En el fútbol no hay trabajo más inestable y desagradecido que dirigir un equipo de fútbol. El entrenador, el coach, el profe, la cabeza y cerebro del equipo, siempre será el encargado y el culpable cuando su equipo pierde, no juega bien, cuando no remonte, e incluso cuando ni es capaz de mantener un marcador. El director técnico en lo personal es el más vulnerable del equipo y lo curioso es que muchas veces no depende ni de su estrategia, ni de su experiencia, ni de su trabajo e incluso ni del rendimiento de los jugadores, depende de sus palabras, de la capacidad para “tocar” al jugador, ahí está la verdadera responsabilidad de ese capitán que navega contra viento y marea.
Ese capitán que navega contra viento y marea se puede entender como los insultos, desagrados y críticas, muchas veces destructivas que hacen los hinchas apasionados cuando no ven resultado positivo, cuando se desesperan porque su equipo no brilló y simplemente jugó, porque sacaron al jugador que les encanta ver en cancha, y entraron “al frío” que no siente la camiseta, o peor aún ese “frío” “limitado” hoy el profe lo puso de titular, y el hincha no entiende nada.
Pero es que jamás el profe en mi opinión podrá agradarle a los cientos de hinchas que pagan el abono o la boleta por ver a su equipo, o peor aún esos hinchas que viajan a todas partes con tal de ir a verlos jugar, con gritar un gol y llevarse los tres valiosos puntos para su cuidad…Pero personalmente siento que el principal error es el hincha, ese hincha que a un partido casi que perfecto planteado por el profe lo inflan y endiosan, pero que al siguiente donde las cosas no salen bien, donde la titular no deslumbró, no cumplió, no marcó y perdió llueven críticas, insultos y posiblemente hasta botellas.
Pero esos que se ven duros ante cámaras, que le gritan a sus jugadores, esos que se desesperan y quieren pasar la raya para ir a jugar, esos que caminan de lado a lado con los brazos hacia atrás mirando al piso y pensando en que quizás algo hizo mal, preguntándose qué pasa o tal vez por qué no da resultado su estrategia, esos que escuchan chiflar, que escuchan a la multitud pedir un cambio, pedir huevos, esos también sienten, sufren, les duele, se frustran, se enojan y hasta putean, y lo incomprensible es que el hincha muchas veces no entiende que ese músico que dirige a la banda es humano, es una persona que se equivoca, que fracasa, que pierde.
Y es que a ese humano, a esa persona, a él lo entrenaron para ser el valiente de salir ante los medios y hablar en nombre de su equipo, es él quien agacha la cabeza y asume toda responsabilidad cuando incluso muchas veces ni él tiene la culpa, porque esos “cerebros” pueden plantear un partido perfecto y el balón no entre simplemente por virtud del equipo rival o como muchos dicen: hoy no tuvimos suerte, jugamos bien pero no nos quiso entrar y eso es lo bonito del fútbol que no siempre gana el mejor tácticamente, el que jugó perfecto, ni el que generó, muy sencillo, gana el equipo que fue efectivo, el equipo que puso a su hinchada gritar un gol, sea el gol que sea, “auto-gol”, “gol de arquero”, “gol raro”, “un gol feo” o un GOLAZO porque el fútbol jamás será por merecimiento sino por como su capitán navegue el barco y lo más importante es que jamás deje hundirlo.
