El fanático del fútbol
- Valentina Orozco Jordan
- 14 ene 2019
- 2 Min. de lectura
Los fanáticos del balompié se han acostumbrado a lo largo de sus vidas a ver cualquier partido de fútbol, de cualquier Liga del mundo, en cualquier época del año sin importar que su equipo no juegue, pero con la única condición de ver y de disfrutar 90 minutos de fútbol descuidando y postergando la relación con su novia.

FOTO: Tomada de Internet.
Pero el fanático se vuelve aún más apasionado cuando el equipo de sus amores juega, ese hincha que siempre dice: “hoy jugamos” y si bien se convierte en ese jugador número 12 encargado de alentar, que en cuestión de horas o quizás minutos puede pasar de la euforia a la frustración, también se considera un duro crítico, director técnico, y hasta árbitro de fútbol apoderado de dar órdenes desde la tribuna con su corazón palpitando más de lo normal, mucho más de lo normal cada que el rival se acerca al arco.
El fanático es obsesionado por definición su cerebro se acostumbra a la sensación de placer que obtiene por el amor a su equipo y que quizás se multiplica si se produce una victoria, o peor aún su cerebro permite que predominen las emociones sobre el control casi que se produzcan sentimientos irracionales en su cuerpo cuando su equipo pierde.
Como es común en el fútbol las discusiones ardientes y repletas de apasionamiento juvenil entre pelaos que salen de un estadio después de un partido importante se convierte en el karma del fútbol, la intolerancia que quizás se produce por las opiniones encontradas y no compartidas entre hinchas hace que la sociedad poco futbolera critique la pasión extrema del hincha y por ende no tengan compatibilidad con el espectáculo deportivo más emociónante del mundo.
Como dicen por ahí, el fútbol es nuestro deporte por excelencia, cuando hay partido los hinchas se preparan con tambores, bombos, platillos, banderas y camisetas. En el lugar favorito de ese aficionado (el estadio) se olvidan las diferencias: burgueses, desempleados, trabajadores, ricos, pobres y de clase media se unen a un mismo aliento, un aliento que iguala la pasión y elimina todo tipo de diferencias, pensando en que lo único que importa allí es el amor por los colores.
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